Dirección: Félix de la Nuez
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Sinopsis:
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La flora y la fauna marina en su infinita gama de formas, colores y ondulantes movimientos ejecuta, ante la presencia de la luz y la música, un insólito concierto..
La flora y la fauna marina en su infinita gama de formas, colores y ondulantes movimientos ejecuta, ante la presencia de la luz y la música, un insólito concierto..
Anecdotario:
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Fue amor a primera vista, de eso no nunca tuve duda. Desde la primera vez que la vi quedé fascinado ante ella, tal vez no por su forma, algo voluminosa, pero sí por todo el caudal de ritmo y sonoridad que podía generar hasta crear una obra tan perfecta como la naturaleza misma. Todo dependía de que yo fuera capaz, con mis manos y mi inteligencia, de bordar la obra perfecta.
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Fue amor a primera vista, de eso no nunca tuve duda. Desde la primera vez que la vi quedé fascinado ante ella, tal vez no por su forma, algo voluminosa, pero sí por todo el caudal de ritmo y sonoridad que podía generar hasta crear una obra tan perfecta como la naturaleza misma. Todo dependía de que yo fuera capaz, con mis manos y mi inteligencia, de bordar la obra perfecta.
Esa fue mi primera impresión al entrar a un cuarto de montaje, en la década de los años 80, cuando laboraba como asistente de refrigeración, ante aquella mole de procedencia soviética a la que llamaban moviola. Años más tarde ejercía ya de editor cinematográfico.
El Jardín Mágico, mi primera obra como realizador y editor fue más un ejercicio de montaje en plan divertimento que una idea investigada o pensada en función de un tema.
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Surgió un día en la sala de montaje en la que estaba visionando una serie de materiales de descartes de un documental recién terminado sobre la flora y la fauna marina cubana. La cantidad de material no utilizado era bastante por lo que decidí contar una historia irreal apoyándome en la banda sonora.
Para ello mi primera preocupación fue encontrar una pieza musical lo más parecido a un vals para lograr que el ritmo de esponjas, anémonas, corales y demás elementos de la flora y fauna fuera a un tiempo sincronizado con los acordes musicales. Después de escuchar seis versiones de la Suite "Mi madre la Oca" de Maurice Ravel interpretada por diferentes orquestas, encontré una de seis minutos de duración que se ajustaba perfectamente al tiempo y la estructura del material previamente editado.
Mis personajes o actores danzaron al compás de la música por ese mundo, fantástico de colores y alucinante de formas, en donde, a Dios gracias, el hombre poco ha tocado o variado.